4.3.10

Volver a recordar, lentamente

Un pasado pensado equivale a la suma de todos los recuerdos. Y en esa curiosa matemática del tiempo, la imaginación puede llevarte a la ecuación perfecta de aquella vez que hiciste algo, y que cada vez que vuelve a tu mente, se multiplica al recordarla con amigos.
Te reís con ellos y de charla va, charla viene, salen historias de épocas que jamás volverán. Como la de los lentos.
Un viernes de febrero, sentados, o mejor dicho tirados en la pileta con el poderoso Garda (porrón de por medio y buena música por detrás) comenzaron los parloteos de esas salidas a los boliches en que terminaban con un final feliz, o con el garrón de regresar a casa con un terrible dolor de bolas, que sólo los hombres entienden cómo quitárselo.
Recordábamos, por ejemplo, cuando entrábamos a las 4 de la mañana a bailar, comprábamos unos tragos –muy de moda por ese entonces-, y aguardábamos ese momento tan glorioso: el del apretón.
Había dos formas de encarar: ir de una vez, sin vueltas, a una chica y estar con ella toda la noche hasta esperar el lento o hacías la jugada más arriesgada y comenzabas con tu caza directamente cuando de fondo comenzaba a sonar temas como "Whats Up" y se encendían las populares luces negras, acompañada por la maravillosa bola de cristal, amada por Disco Stu.
Las dos opciones eran buenas, pero siempre uno se quedaba con la segunda; más arriesgada. Porque a medida que pasaban los temas, menos posibilidades de estar con alguien había. Y lo máximo que te podía suceder en el peor de los casos era cuando dabas vueltas y vueltas una y mil veces –con la luz de neón decorándote tu remera con lunares blancos- y, al lograr el objetivo, bailabas una canción y ¡PUM! arrancaba nuevamente las entonces llamadas música dance. Garrón, mal.
Pero cuando funcionaba de movida, je, el momento ya venía estudiado. Arrancabas no tan pegados, mano de por medio, y para romper el hielo llegaban las tres preguntas de memoria: ¿Cómo te llamás? ¿Cuántos años tenés? ¿A qué colegio vas?
Una vez resuelto el dilema, y vos dando también tus respuestas a las mismas preguntas, la confianza de avanzar con los deditos era mayor. Y a medida que sonaban esos maravillosos lentos llegando al punto máximo de more tan word, la posibilidad de "chaparse" a la minita era increíble. Ojo, alguna vez le pifiabas y te quedabas ni siquiera con el número de teléfono (en ese entonces comenzaba sin el 4 adelante) y terminabas la noche sin pan ni torta.
Igualmente, honor y gratitud fue el brindis que hicimos con el Garda a esos días de gloria, donde los lentos eran el punto para terminar el boliche de la mejor manera.
Hoy, con el tiempo pisado y de a poquito, por suerte, uno puede volver a recordar, lentamente.