30.6.09

Más que Heidi, María Juana

Creo que estoy crazy, Macaya. Me di cuenta anoche viendo un video de… ¡Heidi! Sí, así de loco estoy. La cosa sucedió cuando, recordando momentos gratos de mi niñez prolongada, me puse a observar en youtube clásicos animados. De pronto, en un enlace, me apareció la campesinita esta (que por supuesto se la mandaba Pedrito), invitándome a que admire su video. Lo hice, claro. Y fue ahí que descubrí la verdad de todo: ¡cómo le gustaban las drogas a los que componían la música de esta chica de cachetes rojos! Tanto como a Popeye su ¿espinaca? (mmmm). Al comenzar la canción la letra dice: “Abuelito dime tú, qué sonidos son los que oigo yo”. Ahí te das cuenta que apenas empieza el tema ya estaban todos recontra locos. Para colmo, después sigue: “Abuelito dime tú, por qué yo en la nube voy”. Obviamente no hace falta explicar nada. Y por último, la remata: “Dime por qué huele el aire así, dime por qué yo soy tan feliz”. Qué hijos de puta… ¡la veíamos y la cantábamos! abuelitooooo, abuelitooooo… nunca yo de ti me alejaré. Grande, Heidi. Encima el viejo de barba (tremendo dealer) -al igual que Pedrito- le daba por las noches a la niña. Por supuesto, de la cabeza.

24.6.09

¿Roja o Feroz?

Lo que leerán a continuación es la versión no oficial del juicio que llevó a cabo (y ganó) el abogado del Lobo Feroz a la dulce Caperucita. El tema fue así: en la última reunión de la Corte Suprema, se trató y se cuestionó la duda de saber quién realmente es culpable. ¿Es el Lobo Feroz o es obra de la dama de rojo? Efectivamente, la narración de Perrault se presta a muy diversas interpretaciones. No obstante, hay puntos de acuerdo que son indiscutibles y que pasamos a enumerar.
1) Bien sabía Caperucita que podía encontrarse con el Lobo.

2) Caperucita no era ajena al hambre del Lobo.

3) Si Caperucita hubiera ofrecido al Lobo la cesta de la merienda de su abuelita, muy probablemente no habría ocurrido lo que ocurrió.

4) El Lobo no ataca inmediatamente a Caperucita sino que al contrario, conversa con ella.

5) Es Caperucita quien da pistas al Lobo y le señala el camino de la casa de la abuelita.

6) La abuelita es idiota al confundir a su nieta con el Lobo.

7) Cuando Caperucita llega y el Lobo está en la cama con la ropa de la abuelita, Caperucita no se alarma.

8) El hecho de que Caperucita confunda al Lobo con la abuelita, demuestra que iba poquísimo a visitarla.

9) Lobo, con esas preguntas tan tontas y directas, quiere alertar a Caperucita.

10) Cuando el Lobo, que ya no sabe que hacer, se come a Caperucita, es porque no le quedaba otra solución.

11) Es posible que antes de ello, en el bosque o en la cama, Caperucita hiciera el amor con el Lobo.

12) La versión del cuento por la que Caperucita, cuando oye la pregunta del Lobo: -¿ A donde vas, Caperucita?.- A bañarme desnuda en el río- respuesta de Caperucita que cobra cada día más fuerza.

13) Es por tanto Caperucita (y no el Lobo Feroz) la que provoca los instintos naturales de la pobre fiera. Primero los sexuales y posteriormente los depredadores.

14) También la madre de Caperucita tuvo gran parte de culpa al no acompañar a su hija.

Estos 14 puntos son, en principio, claros y concisos. Los que se empeñan en desprestigiar al Lobo Feroz no se han parado a pensar en la posible manipulación que se ha hecho de su figura, su actividad y su reacción ante una provocadora profesional (uopa) como era Caperucita. Entonces, se revoca, por lo tanto la sentencia de Cámara y se absuelve al Lobo Feroz y se condena a reclusión perpetua a los cazadores, por asesinato del lobo, en banda y a la madre de Caperucita por participe necesario en la ejecución de un delito. Se ha dicho, señores. ¡Se hizo justicia!
Fuente: elforro.com, más el agregado de Disco Stu, obvio.

17.6.09

Ignorancia

Un pluscuamperfecto de barbaries llegó con una historia nueva. Historia que nació en Chicligasta, ciudad natal de Braulio. Moreno de piel, ojos color café y pelo enrulado, este pibe, un poco panzón, nunca había hecho nada de (y con) su vida. Un vago, en síntesis. Pero una tarde de lunes, en la que se puso las pilas, leyendo los clasificados halló su primer laburo. La pensó y la pensó. Seis horas tardó en deliberar con su mente del ser o no ser de la situación. Convencido, se presentó al lugar y, sin darse cuenta, la rompió en la entrevista. Su carisma había podido más que su impresentable facha.
El trabajo consistía en atender a los clientes en un salón de belleza femenino llamado “Con personalidad”. Debía dejar satisfecho a los consumidores. No fue fácil para él; le costó al principio, es cierto. Pero de a poco se adaptó y se convirtió, en unos días, en el más buscado por la clientela. Pero este pibe lo que no se imaginó, ni contó (ni siquiera con su astucia), que ahí, en ese lugar, conocería el amor a primera vista. Gorda por donde se la mire, medio colorada, pecosa y con un defecto al caminar, vio a la mujer más linda del pueblo: Clementina. Enamorado él, cada día que pasaba la observaba de pe a pa. Tenía la excusa perfecta para ir a trabajar. Y una tarde, sin darse cuenta, ella, requerida por varios paisanos, lo miró.
Tímido, esa mañana Braulio agarró coraje y se le acercó. Se miraron, se estudiaron y, en un pestañar, se gustaron. Presumieron al principio, como todos. Fue entonces que una noche de luna lunera, tras unos tragos poderosos de Blue Curacao (de huevo), se estamparon el primer beso. Romántico. Nada menos que en el baile de Flavio. El ambiente era el mejor: música del príncipe Ariel de fondo y unas luces de papel celofán, que decoraban la situación. Todo estaba dado. Y cuando decidieron escapar juntos, fue ahí que se armó la gorda. Solos uno al lado del otro, cariño va, manito viene, un poco de tiki tiki… ¿Y? ¡¿YYY?! Clementina tiró la frase que ningún hombre (incluido este redactor) quiere (ni debe) escuchar: “estoy indispuesta”. La luna, el baile, la previa, todo, pero todo se fue al carajo. Braulio se sintió tan bajoneado, como su amigo que se bajoneó en ese momento, que no quiso escuchar nada más de ella. Fue así que la saludó, bien machista él, con un beso cachetesco y se despidió del lugar, dejándola sola (bah, con Andrés) en esa cama a medio desarmar.
Al día siguiente no se supo nada más de Braulio. Dejó el trabajo sin previo aviso y hasta Chicligasta, lugar que lo vio nacer. En cuanto a Clementina, se dice, quedó destrozada. Pero lo peor de todo es que ella nunca pudo llegar a explicarle al pobre hombre, que eso, lo que le había sucedido esa noche, sólo duraba una semana. Braulio, lamentablemente, (shh, shh), nunca lo sabrá. Le pegaron donde más duele: la ignorancia.